El nido y la cueva son formas primordiales de la arquitectura, aunque en un sentido sean antitéticas. El nido es un ‘lugar funcional’ configurado de forma acogedora en beneficio de sus residentes, ya sean personas o animales. Por el contrario, la cueva existe autónomamente, no es una construcción humana, sino un lugar que surge a partir de un fenómeno natural, con independencia de las necesidades o conveniencia de los que la habitan. Aun así, es incuestionable la idoneidad de la cueva. En una cueva hay superficies cóncavas y convexas, imprevisibles expansiones y contracciones. Al entrar en una cueva la humanidad puede redescubrir formas de vida a partir de esos rasgos geológicos. Y gradualmente empezar a asimilar sus vidas a esa geomorfología: las depresiones de la caverna parecen apropiadas para dormir, su altura es adecuada para comer, o los recovecos pueden ser pequeños recintos de intimidad.
En vez de tratarse sólo de un funcionalismo autoritario, en la cueva estamos ante un lugar que puede estimular y facilitar distintas actividades. Los seres humanos pueden descubrir ahí nuevos usos cotidianos. El nido y la cueva podrían parecer semejantes, pero de hecho responden a conceptos diametralmente opuestos. Uno es un lugar funcional, hecho para los seres humanos; y el otro, es un lugar del que se aprovechan los seres humanos; un ‘otro’ lugar para la gente. Sin embargo, precisamente por tratarse de algo distinto, la cueva está llena de posibilidades de descubrimientos fortuitos. Además, no necesita parecer una cueva para que podamos llamarla así. En cambio, cabría imaginar la cualidad cavernosa, que podríamos denominar caverna transparente, como una forma pura.
La arquitectura del futuro debería parecerse más a las cuevas que a los nidos. No obstante, el problema está en que la cueva es una formación natural geológica, una realidad ajena al ser humano. ¿Son posibles las ‘cuevas artificiales’ en una ‘arquitectura creada por el hombre’? El gran enigma es si seremos capaces de crear algo que carece de intención o la trasciende. Sólo la cueva artificial y transparente señala las potencialidades de la arquitectura del mañana.
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