¿Un objeto da valor a un lugar, o es en realidad el lugar el que da valor?
¿Podemos -como arquitectos- lograr esa carga/fuerza cultural que dan los materiales de una región?
Las anteriores preguntas fueron lanzadas a estudiantes de arquitectura quienes apreciaron en clase el medio metraje que realizara Luis Buñuel en 1965: Simón del desierto.
SIMÓN: No… vete en paz y déjame con mi guerra.
MATÍAS: ¿Guerra?
SIMÓN: ¡Ah..! inocente tú que no la conoces todavía…
Diálogo del filme «Simón del desierto»
Y es que en las diferentes propuestas para abordar el tema de los materiales y la arquitectura tradicional nos han acercado en los últimos tiempos a una reflexión sobre el papel y la fuerza del lugar, del sitio o del territorio.
El año pasado con motivo del festival surrealista que se realiza en la comunidad de Taxadhó, tuvimos la oportunidad de donar un proyecto arquitectónico a la comunidad. Este proyecto busca ser una pieza más de apoyo en su objetivo de encontrar fuentes alternativas de trabajo a través de proyecto de colaboración comunitaria y ecoturistica.
ENANO: No quieras tanto a esos barbudos. Mira que el diablo anda suelto por el desierto.
MATÍAS: De noche lo oigo.
LA COSA: Mejor no vayas. Te vas a llevar un chasco.
SIMÓN: ¡Qué pasa!
LA COSA: La habita otro inquilino. Tienes que aguantarte. Tendrás que aguantar hasta el fin.
Tanto el proyecto como el filme se presentó a los alumnos generando una discusión sobre cómo los objetos pueden (?) dotar de significado a los lugares. O viceversa (?)
¿Cuál es tu parte favorita del filme?
Tal vez no es mi favorita, tal vez es la que más me impresionó. en si todo el film es interesante; la parte en la que llega un sacerdote joven a alimentar a Simón, el momento en el que este baja una bolsa de cuero (en realidad era la de algún animal pues aun conservaba la forma), nos damos cuenta de la magnitud y altura de la columna que acababan de hacer e inclusive llegaban a verse las uniones de los bloques