Cuando estudiaba arquitectura pensaba que el objetivo de un Taller de diseño o Taller de composición era «crear o diseñar» un edificio. Sin embargo, ahora cuando me toca estar del otro lado, entiendo que no es así.

Si limitamos a un estudiante de arquitectura a crear solo un cierto edificio (en academia le llaman tipología), les estaremos enseñando únicamente a resolver espacios y crear fachadas de ciertos casos específicos, pero ¿qué pasa con las diversas tipologías que existen en el mundo? ¿Qué pasará cuando el arquitecto se enfrente a diseñar un edificio o espacio que nunca vio en la universidad?

Pienso que enseñamos a los estudiantes de arquitectura a afrontar problemas de diseño y buscar soluciones. Ya Mario Rojas, médico y arquitecto hidalguense, lo establecía en su propuesta metodológica del diseño, a partir de afrontar la situación como un diagnóstico médico. Y suena lógico, ya que dicen que cuando se plantea correctamente el problema, se tiene la mitad de la solución.

El Taller de diseño II (4º semestre) se organiza en dos ejercicios;

  1. Diseño de un anteproyecto arquitectónico mediante medios manuales. Si, a lápiz y trazos. (Aproximadamente 8 semanas).
  2. Diseño de un anteproyecto arquitectónico y criterios técnicos mediante medios digitales. En este semestre incluimos además de CAD y BIM, un ejercicio de realidad aumentada (mas o menos unas 14 semanas).

Mi interés entonces, para con los estudiantes, es que ellos afronten problemas de diseño, más allá de moldear objetos. Por ello, y con la iniciativa de diseñar un museo de sitio para la Zona Arqueológica de Huapalcalco, decidí hacer algunos ajustes en el proceso.

Visita al sitio: Huapalcalco

¿Recuerdas cuando al ver un escenario fantástico, sacaste el celular, tomaste la fotografía, pero el resultado no fue el mismo que observaste? Ese placer a la vista no fue reflejado en una fotografía o en una vista de street view. Esto sucede porque para percibir un lugar no basta con los ojos. Escuchar, observar, sentir el frio, el calor, descubrir vistas y percibir el aroma de las plantas, de la tierra húmeda por la mañana que cambia por la tarde, son perfectos para conducir al arquitecto en el proceso de diseñar y, lo más importante, de entender el problema que tiene frente a el.

La visita a Huapalcalco fue fundamental. Escuchar la voz de las personas interesadas por el sitio, la pasión que despierta el lugar, las dificultades de acceso de los vehículos escolares, de los peatones, de imaginarse a las personas habitando el lugar. Amablemente la organización Niebla y tiempo A.C. nos recibió en el sitio, nos dio un recorrido y compartió parte de esa visión que tienen sobre el lugar.

Es entonces cuando uno piensa en la importancia del sitio, del territorio. Acercarse al lugar se vuelve, en los estudios de arquitectura y ciudad, fundamental para el proceso de diseño.

Regresar a lo básico: libreta de investigación

Este ejercicio tomó aproximadamente 8 semanas, y fue el escenario perfecto para probar algunas ideas:

  1. La investigación es fundamental, pero es necesario enseñar a un estudiante a investigar, indagar, preguntarse, cuestionarse. Investigar no es únicamente recopilar información. Es plantear, dudar.
  2. El taller de diseño funciona como un estudio/despacho de arquitectura, donde el estudiante toma el papel del arquitecto junior, y el profesor como coordinador del proyecto. Seré sincero: no me gusta la palabra «revisión» en un taller (aclaro, solo es mi perspectiva), no creo tener los aciertos y ellos el error, pues la dinámica de un despacho (al menos así es en AMORFO) es de la duda colectiva, y la resolución entre los que diseñamos. Constantemente digo a mis estudiantes: «tenemos que resolverlo…», porque su problema es el mío también.
  3. La argumentación como fundamento del proyecto. La búsqueda de esas exploraciones espaciales nació a partir de dos ejercicios de interpretación espacial: un dibujo y una propuesta de búsqueda a través del cine. Bajo la inspiración del trabajo de Andrei Tarkovski, grabaron y editaron lo que querían provocar. Para ver el ejercicio que realizaron los estudiantes, clic aquí.
  4. El trazo, el boceto como parte del proceso de diseño. Surgió la idea de regresar a los trazos o de ideas anotadas en una libreta durante el proceso creativo. Sin distinciones, con rayones, con errores y aciertos, con colores o monocromatico, con lapiz, lapicero o color, tan diverso y expresivo como sea posible. Soy un apasionado de la tecnología, pero nada cambiará trazar una idea que viene a la mente sobre una hoja de papel.

El resultado de anotar, de trazar se refleja no solo en lo que se plasma en un plano o en una lamina, sino en la enseñanza que se obtiene al hacerlo constantemente.

Aceptar que no lo sabemos todo

Mi generación fue formada en la visión de que un arquitecto «debía saber de todo», pues podrías encontrarte a un cliente que te hable de libros y algún otro que te comparta su pasión por el futbol. Pero los tiempos pasan, y ahora ajustaría la frase: «no lo sabemos todo… pero hay gente que sabe lo que necesitamos, y hay que preguntarle«. Un profesor nos decía de broma «el mejor arquitecto es aquel que sabe que no es el mejor arquitecto, que hay uno mejor que él… ¡y tiene su número telefónico!».

Por lo anterior, decidimos ir con quién sabe, y amablemente Laura Sánchez nos ofreció una plática sobre arquitectura de museos. Me gustó que mis estudiantes tomaran el control y preguntaran, y preguntaran, y preguntaran… Al final de la exposición, nos reunimos y noté en ellos las ganas de seguir buscando. Bien hecho.

Una lamina comunica

Al final de este proceso (que solo es un ejercicio manual) llega el momento de comunicar la idea mediante una lamina de presentación. Constantemente digo a los estudiantes que una lamina de arquitectura debe comunicar la idea del proyecto y debe hablar de él sin la necesidad de que estemos presentes para más explicaciones.

Creo que es bueno entender que los proyectos se abordan de distinta manera, y la complejidad no radica en más metros cuadrados, sino en el nivel de problema/solución en el que deseamos involucrar a un estudiante. Aún recuerdo cuando Miguel Nolasco (ex presidente del Colegio de Arquitectos de Hidalgo) siendo profesor universitario, planteó con sus estudiantes de último año el proyecto de una remodelación de vivienda. Me pareció un ejercicio genial, pues la complejidad radica en eso, en la forma de abordarlo, y no en cientos de metros cuadrados que, aunque suene triste, muchos de los estudiantes no participarán siendo ya arquitectos.

La Universidad de Talca, por poner otro ejemplo, promovía que sus estudiantes de arquitectura (mediante sus objetivos de crear, situar, actuar) construyeran su proyecto de final de carrera, como parte del Taller de de titulación. ¿Qué tipología podría ser la más común? Está en lo correcto: la habitacional.

Se cierra el proceso de este anteproyecto y ahora comienza el trabajo con herramientas digitales. El grado de complejidad aumenta, pues el problema es distinto. La pregunta se hace: ¿cómo lo abordarán mis estudiantes? Bueno, ese será tema de otro post.